Otra de sus características es el ornamento exuberante, con churriguerescos muros y retablos que crean una sensación de movimiento único. La Catedral de Puebla y la Capilla de Santa María de Tonantzintla, en San Andrés Cholula, son dos ejemplos de esta propuesta única del barroco, pero al mismo tiempo evidencian la diversidad que surgió en el estilo al tener contacto con las culturas originarias de México.
La primera es uno de los recintos religiosos y edificios coloniales más importantes del país. La atención en el ornamento es evidente desde los ángeles que parecen custodiar el templo desde las estructuras que conforman sus puertas hasta los detallados candelabros al interior de la bóveda principal, acompañados por retablos rebosantes de color y personajes sumamente expresivos.
En cuanto a la capilla en San Andrés Cholula, la exuberancia se ve trastocada por la tradición indígena. En el techo se pueden ver complicadísimos ornamentos de colores vibrantes, con rostros muy particulares: además de los ángeles de estética europea se encuentran otros personajes con rasgos indígenas que fueron hechos por los mismos pobladores quienes tuvieron la libertad de plasmar su cosmogonía ancestral en el templo, no sólo con sus rostros, también con algunas figuras que emulan a Tláloc, deidad de la lluvia.
Cuando comenzamos a desarrollar proyectos de departamentos en Puebla Centro supimos desde el primer momento que debíamos honrar la herencia barroca, pues es fundamental para entender la identidad de la ciudad, sin embargo, era necesario e importante acondicionarla a las necesidades y estéticas contemporáneas.
Después de un minucioso estudio de la herencia arquitectónica, los materiales actuales con los que contamos y las necesidades de las personas que habitan los departamentos en Puebla Centro, optamos por trabajar con la esencia de cada uno de los elementos que conforman al barroco: la importancia de la luz para la visibilidad del espacio, la fluidez que puede generar estructuras abiertas o altas y darle un lugar a la naturaleza, como elemento vital para el disfrute del lugar que se habita.